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martes, 31 de enero de 2012

¡¡¡La Llorona!!!

La leyenda de la llorona es 100% mexicana, que ha prevalecido de generación en generación desde la epoca de la colonia hasta nuestros días, el origen de los hechos de la leyenda es desconocido y con el pasar del tiempo se van cambiando las versiones, pero todas coinciden en los mismo: Una mujer de vestido blanco que vaga por las orillas de los ríos y los cementerios, llorando su condena por haber cometido el peor de los pecados. A principios del siglo XVII existió en la ciudad de durango una mujer hermosa de nombre doña Susana de Leyva y Borja, cuya extraordinaria belleza tenia deslumbrantes a todos los jóvenes de la ciudad que la cortejaban incesantemente y deseaban correspondencia a su amor. La daba que pisaba los veinte años, era consciente de su singular belleza y con desdén un poco usado descorazonaba a su admiradores. Por esos años llego a estos lugares, proveniente de la capital de nueva España, Don Gilberto Hernandez y Rubio de Martinez y Nevarez, joven apuesto elegante, de rancio abolengo y noble linaje, caballero de la orden de santiago y oidor del santo oficio, quien cabalgando un corcel negro de pura sangre, se encontró con Doña Susana precisamente en la plaza mayor frente a la catedral, lo que ahora es la plaza de armas. Al contemplar el caballero la belleza única de Susana, bajo de su caballo y entendió su copa sobre el piso para que pisara sobre ella la mujer del relato.
El hecho y los decires del noble origen de Don Gilberto, impresionaron a la dama que correspondio con femenil sonrisa a la gallarda acción del joven pretendiente. El noviazgo se formalizo, pero al advertirlo Don  Pedro, padre de la muchacha, la reprendió severamente prohibiéndole de manera terminante toda pretencion de matrimonio con un hombre español de sangre pura. Aunque la joven exigió las razones de tal prohibicion, Don pedro se concreto en contestar: "No tengo que darte explicaciones ni se las daré a nadie, simplemente es una orden que debes cumplir". Doña susana se encontraba perdidamente enamorada de Don Gilberto, razon por la cual opto por huir en brazos de su amado una noche oscura y lluviosa. En las afueras de la ciudad el enamorado improviso una casa de campo, situada mas o menos en la que ahora es el crucero de las calles negrete y regato, donde estableció su nido de amor con la encantadora dama.  Al pasar el tiempo la pareja procreo tres hijos que eran el encanto de la madre, quien frecuentemente le pedia al varón legalizar la unión marital para poder dar nombre a sus tres vástagos. Don Gilberto como única respuesta solamente le daba un beso a la amada y le ponia en sus manos algunas monedas de oro. Un domingo cuando la mujer asistía a misa al templo mayor de la ciudad, depsues del evangelio escucho correr las amonestaciones, en las que el cura con voz serena anuncio: "La noble señorita Doña Marcela Jimenez de Alanis y Ballesteros se propone contraer matrimonio con Don Gilberto Hernandez y Rubio de Martinez y Navarez, caballero de la orden de santiago y oidor del santo oficio". Doña Susana no creia lo que escuchaba, al mismo tiempo que todas las miradas de la concurrencia se encontraban en su persona y los cuchicheos en coro la señalaban burlona mente. 
Al salir del templo, tomo un coche y ordeno que la conducieran a casa de Don Gilberto, situada en ese tiempo mas o menos en lo que ahora es la calle de hidalgo entre pino y cinco de febrero.  No le reclamo la traición, solamente le pidió que no la abandonara a ella por sis hijos, que siguiera sosteniendo a quienes eran de su sangre. El hombre solo respondió: "No vuelvas a cruzarte en mi camino, eres indigna de mi linaje... tu eres una mestiza, hija de una india indeseable. Tu padre hizo mal en darte el nombre que no mereces". Le dio un golpe con la pesada bota, cuando la mujer postrada de rodillas lo abrazaba de las piernas implorándole su protección. La mujer rodó por el suelo, humillada y herida en lo mas profunda de la dignidad humana. Dos semanas después, cuando los esponsales se realizaban con toda elegancia y solemnidad, en el preciso momento en que el sacerdote pedía a los contrayentes que manifestaran su voluntad para la unión, una dama elegante se acerco discretamente a la pareja y simulando que pretendía colocar el lazo, sepulto en repetidas ocasiones un afilado puñal sobre el pecho y espalda del novio y la novia, que cayeron pesadamente sobre el suelo, bañados en sangre.

La mujer se escurrió entre la confundida multitud, salio del templo y enloquesida corrió por la calle hasta llegar a su casa. Tanto por el rencor del despecho, como porque sabia lo que le esperaba ante el tribunal del santo oficio, Doña Susana llego a su casa, tomo a sus tres hijos y antes de ser aprendida por el alguacil y su gente, corrió rumbo al poniente tratando de ocultarse de la justicia. No avanzo mucho, cuando llego al arroyo entonces caudaloso, lo que ahora es la acequia grande, los perseguidores casi le dan alcance y en supremo intento de protesta contra las absurdas costumbren de la sociedad de la época, la mujer enloquesida degolló a sus hijos, los arrojo al arroyo y sepultándose la daga en el corazón puso fin a su propia vida. La ciudad entera enmudeció por lo ocurrido y el anocheces de esta tarde de mayo la gente de este lugar escucho asombrada el aterrador lamento:

¡aaaaaaayyyyyyyyy! ¡aaaaaaaayyyyyyyyyy! ¡miiiiiss hijossss! ¡¿donde están mis hijos?! ¡aaaaaaayyyyyy!

El lamento recorrió toda la calle que ahora es negrete, y desde ese tiempo por mas de dos siglos se llamo la calle de la llorona.

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